miércoles, diciembre 05, 2007

Boletín de Diciembre de 2007 de la Fundación "Letras del Mar"

“…Los mares rompen, con mojadas manos,

coletazos de espumas y delfines,

y el viento va, tatuado de aeroplanos,

manicurando nácares afines…”


ADRIANO DEL VALLE


NUESTRA MARINA CON ALAS

Manuel Maestro

Este año, que ahora da sus últimos pasos, se conmemora el cuarto de siglo de la botadura de nuestro primer portaaviones el R-11 Príncipe de Asturias, buque insignia de nuestra Armada, artífice de que la Marina de Guerra española contase con capacidad de proyección aérea, lo que no lograría hasta su entrega en 1988.
Amarrado al muelle, el Príncipe de Asturias impresiona por sus dimensiones, en la misma medida que decepciona cuando uno se embarca y contempla sus hangares y cubierta vacíos de aeronaves: es como un cuerpo del que han extraído sus vísceras, aunque mantiene vivas las arterias en forma de pasillos y escaleras, por las que circulan rápidamente, cual glóbulos rojos, los cerca de ochocientos hombres y mujeres que conforman su dotación, el Estado Mayor del Comgruflot y la Unidad Aérea Embarcada; a la par que sigue activo su sistema nervioso, compuesto por miles de cables informáticos, redes eléctricas y conducciones de todo tipo. Pero el navío recupera todo su esplendor en cuanto sale del puerto, y como cuando las aves llaman a sus polluelos, van acudiendo los Harrier, Sea Hawk y Augusta Bell, que han permanecido hasta ese momento en sus hangares, y van rellenando el esqueleto vacío de órganos de éste “grande de los mares”. En sucesivas maniobras, van tomando sobre los 200 metros de su cubierta, de forma tan suave cual lo hacen los frágiles pajarillos, a la vez que ruidosamente se posan los monstruos voladores procedentes de algún parque jurásico. La fuerza del actual Príncipe de Asturias ya no puede medirse por los cañones que luce por banda – tan solo porta cuatro merokas de 20 mm y 6 tubos para mortero –, sino por la aviación que compone su Unidad Aérea Embarcada, cuya composición varía según la misión que tenga encomendada; y embarca procedente de la Flotilla de Aeronaves de la Armada, compuesta en la actualidad por 17 Harrier y 43 helicópteros y aviones de transporte, de los que un máximo de 27 pueden ser embarcados a la vez. Los Harrier son ésos aviones conocidos como “sillas de montar sobre una turbina”, por su característica tan peculiar de que, como un helicóptero, pueden despegar y tomar en vertical; los Sikorski Sea Hawk, son las populares “vacas sagradas” de nuestra aviación naval, debido a su tamaño; y los Augusta Bell, cuya silueta y el “tá, tá, tá”, característico del ruido de sus dos palas, se hicieron famosos durante la guerra de Vietnam. Todos son atendidos a bordo por un centenar de efectivos.


Un parto difícil

El uso de la aviación ha revolucionado el concepto de fuerza naval desde los albores de la Segunda Guerra Mundial, y el portaaviones es el elemento primario de cualquier flota actual. Sin embargo, su desarrollo no tuvo un camino fácil, tanto en Estados Unidos, cuya flota pionera hubo de someterse al dictamen de la Historia y de los hechos para demostrar que era el nuevo instrumento de poder en cualquier flota, sino también en España, nación que cual Guadiana contó con Aviación Naval desde 1917 hasta 1939; y hubo de esperar a reaparecer, a contrapelo del Ejército del Aire, quince años después, gracias a la firma del Convenio de Cooperación Militar y Económica con los Estados Unidos de 1953. Tratado que es la raíz de la actual flotilla de aeronaves, nacida en 1954 con tres pequeños Bell, con los que la Marina montó la primera Escuela de Pilotos de Helicópteros que existió en España, en las instalaciones deportivas de la Escuela Naval Militar de Marín. Posteriormente, la US Navy cedió el antiguo portahelicópteros Cabot, que una vez acondicionado pasó a ser el segundo barco de éste tipo que llevase el nombre de Dédalo, sobre cuya cubierta se posó en 1972 el primer avión Harrier, lo que le confirió el rango superior de portaaeronaves, al compaginar su uso helicópteros y aviones de despegue vertical. La puesta en servicio del actual Príncipe de Asturias, con las peculiares características de su cubierta “sky jump”, dotada de una inclinación de 12 grados, lo que permite el despegue en horizontal en carrera corta y toma vertical, colocó a nuestra Armada fuera de la clarividente frase que, tras el ataque a Pearl Harbour, pronunció el Almirante Naguno: “Una Marina sin alas pertenece al pasado”.


Ni ron, ni sodomía, ni látigo

No sé si fue Churchill quien dijo que, antiguamente, los barcos eran una mezcla de ron, sodomía y látigo. Hoy son una combinación disciplinada de pueblo, fábrica y centro de comunicaciones; a los que, en nuestro caso particular, hay que sumar un aeropuerto. Todo embarcado entre las 600 cuadernas que componen el esqueleto del Príncipe de Asturias, que se extiende a lo largo de 200 metros de eslora y una altura de 21 metros, lo que le permite desplazar a plena carga 17.000 toneladas, que para ponerlas en movimiento precisa de dos turbinas de gas de una potencia de 46.000 cv, lo que le permite alcanzar velocidades de hasta 25 nudos.
El barco es como un pueblo, en el que no faltan desde las autoridades que lo rigen, ateniéndose a unas normas minuciosas, hasta el cura o los médicos que cuidan la salud moral y física de sus habitantes, pasando por el panadero, el peluquero o el encargado de ésa tienda en la que encuentras la espuma de afeitar o el recuerdo para la madre, la novia o el novio, ya que algo menos de un diez por ciento de la dotación del buque está compuesto por oficiales, suboficiales y marinería femeninos: que han sabido hacerse, perfectamente, un lugar a bordo; a pesar del criterio inicial de los mas agoreros. La habitabilidad es la propia de una nave actual de grandes proporciones, donde hay más amplitud y comodidades. La separación de la familia y los salarios siguen siendo un freno para las nuevas vocaciones.
El agua, el fuego y su hijo mayor el humo son los temidos Jinetes del Apocalipsis contra los que, a modo de eficaces anatemas, existen en todos los rincones herramientas para prevenirlos y combatirlos. Compartimentos estancos, escotillas herméticas, tablones y planchas para reparar vías de agua, sprinkler, bombas contra incendios y extintores portátiles aparecen por todas partes. La misión principal de la dotación en los zafarranchos de combate, salvo la que se ocupa de centros neurálgicos como el Puente, la Torre de Vuelo, el Centro de Información en Combate o el Centro de Seguridad Interior, es la de mantener la vigilia contra el agua y el fuego que pueden dar al traste con la nave. El resto es cosa de los aviones y barcos escoltas desde él dirigidos y coordinados.
En el barco, la Informática, Internet y la Intranet son los nuevos Señores de la Guerra. La táctica de los buques actuales pasa por disparar sin ver físicamente al enemigo, así como evitar que te localice: y la solución a estos problemas está en manos de una maraña de especialistas de lo más variopinto.


LA FUNDACIÓN PONE EL MAR EN BANDEJA DE PLATA

La imagen que aquí aparece vale más que mil palabras para justificar la botadura de este nuevo libro, cuyo autor es Manuel Maestro, que sintetiza la razón de ser de la Fundación Letras del Mar. Su intención no es otra que la de poner El mar en bandeja de plata a aquellos que en la distancia lo añoran, acercándoselo a través de las distintas herramientas que dispone la cultura marítima: la literatura escrita para nuestra instrucción o entretenimiento en sus diferentes facetas, desde la técnica, narrativa, histórica o la poesía marinera, al tebeo infantil; el periodismo profesional, especializado o de información general, redactado para mantenernos al día; la música sinfónica, militar, ligera o popular que con sus notas evoca las olas del lejano mar; la pintura que consigue deleitarnos con sus trazos, que reflejan las aguas del piélago y su contorno; la prodigiosa combinación de las anteriores que se amalgaman en el cine; sin olvidar a aquellos que construyen pequeños modelos de barcos para poderlos amarrar en sus casas, o los que coleccionan los más variopintos objetos marineros, de los que los museos navales y marítimos se han convertido en templos mayores, al custodiar bajo sus techos los que tienen especial valía, tanto histórica como artística; cometido en el que, con los exvotos, fueron pioneras las iglesias, albergues de la fe y culturas cristianas, de los que en el mar encontramos ricas y variadas raíces, que también se reflejan a continuación.


Hecho en la primera parte del libro un repaso general a la cultura del mar, entramos en la segunda mostrando al lector un variado mosaico de casos puntuales en los que el océano, en mayúsculas o minúsculas, nos atrae y acerca por medio de un autor que maneja con maestría la literatura o el arte. Como es el caso de nuestros clásicos, Cervantes y Lope de Vega; grandes de la novela española cual Pío Baroja; maestros de la poesía en castellano, de los que nos encontramos con un hispanoamericano, Rubén Darío, y con un español, Rafael Alberti; figuras de la narrativa universal del mar, como Joseph Conrad y Julio Verne; o el retrato de algo tan nuestro como el Mediterráneo, realizado al alimón entre un maestro de la pintura, Sorolla, y un novelista de la talla de Blasco Ibáñez. Sin olvidar a dos héroes del tebeo y el cómic como El Capitán Trueno y Tintín que, a través de sus aventuras, acercaron a niños e incluso a adultos al mundo marino. También traemos a colación grandes gestas de nuestra historia naval, como la de Colón, figura a la que acercamos al lector por medio de los vestigios heredados de la literatura, bellas artes y arqueología; o el combate de Trafalgar, analizado mediante la lectura de la prensa publicada durante los días en los que transcurrió la gran batalla. Completan esta parte: un capítulo dedicado a ésa pieza musical que identifica y hermana a nuestras tres marinas, la Salve Marinera; y otro en el que se recuerda el film Botón de ancla, película de marinos, genuinamente española, que hizo época y triplete ya que, a lo largo de cinco lustros, su guionista, José Luís Azcárraga y su director, Ramón Torrado, realizaron tres versiones distintas de la misma, algo inaudito en la historia de nuestro cine. Quede claro que hemos llevado a cabo una selección representativa de hitos y personajes que han contribuido al fomento de la cultura marítima, en la que no pueden estar los muchos que son, pero si que son todos los que están.
Se completa la obra con una adenda titulada Madrid Marinero, donde queda plasmada la huella marinera existente en una ciudad tan alejada del mar como es la capital de España; en cuyas calles, plazas y edificios existen numerosas evocaciones al océano, sus hombres e instituciones; a la vez que se recogen los anhelos de sus ciudadanos, que a pesar de contar con la vecindad de los principales organismos relacionados con la vida y cultura marítima española, desean tener lo que no tienen: el mar.


La presentación del libro tuvo lugar en un acto celebrado el 20 de noviembre en la sede de la Real Academia del Mar, y estuvo a cargo del Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada, Sebastián Zaragoza, Director General de la Marina Mercante, Felipe Martínez y del Presidente del Ateneo, José Luís Abellán, a los que acompañaban en la presidencia, en unión del autor, Felipe Segovia, Director de la Academia del Mar y Mariano Juan, Vicepresidente de la Fundación Letras del Mar.


ACTOS CULTURALES

Entre el 23 y 25 de octubre se desarrollaron las sesiones de las XXXV Jornadas de Historia Marítima, organizadas por el Instituto de Historia y Cultura Naval, siendo el tema de la presente edición “La Marina en la Guerra de la Independencia”: aspecto poco conocido de nuestra Historia, que sin embargo tuvo un importante papel en el entramado bélico por su colaboración con las fuerzas de tierra tanto en los madrileños sucesos del 2 de mayo como en posteriores gestas como los sitios de Zaragoza. Presidió las jornadas el Contralmirante Leste, director del organismo convocante, y las ponencias corrieron a cargo de expertos tratadistas como José Calvo Poyato, Mariano Juan Ferragut, Miguel Aragón Fontenla, Enrique Viqueira y José Ververa Pery, que hicieron énfasis en temas como “Los antecedentes del conflicto. El escenario político”, “La Marina en 1808”, “La rendición de la escuadra de Rosilly”, “La marina en las primeras operaciones terrestres” y “Los marinos de José Bonaparte”.


La Asociación Amigos de Nostromo celebró el pasado 16 de octubre la entrega del XI Premio Literario Nostromo “La Aventura Marítima”, que este año ha estado dedicado al escritor español Pío Baroja. El acto, presidido por Blas Huete, tuvo lugar en las Reales Atarazanas de Barcelona, durante el que se hizo entrega del galardón a Gonzalo Guijarro Puebla por su obra “Memorias difusas de Isidro Blanco”. Con posterioridad, el libro ha sido presentado en el Salón Náutico de Barcelona, la Casa de Libro de la capital catalana y la madrileña Librería Náutica Robinsón.
La sección de Barcelona de la Real Liga Naval Española, celebró el 5 de noviembre su habitual jornada coincidente con el Salón Náutico, en la que se dieron cita numerosos socios y simpatizantes. El marco en esta ocasión fue el Museo Marítimo barcelonés, en donde en primer lugar Manuel Maestro impartió una conferencia sobre “La literatura del Mar” que fue precedida de unas palabras de José Luís Zalvidea, presidente de la RLNE catalana en la que, independientemente de presentar al conferenciante, hizo una síntesis de la labor llevada a cabo durante la reciente celebración de la asamblea anual de la Federación Internacional de Ligas Marítimas FIDALMAR, que ha tenido lugar en Valencia durante los pasados 8 al 13 de octubre.


EL MAR EN LA FILATELIA.JOSEPH CONRAD

Marcelino González

El novelista Joseph Conrad nació en Polonia el 3 de diciembre de 1857, hace siglo y medio, y pasó la mayor parte de su vida en Gran Bretaña. Su verdadero nombre era Józef Teodor Konrad Nalecz-Korzeniowski, y su lugar de nacimiento fue Berdyczów, en la actual Ucrania. Su padre, aristócrata y escritor, por sus actividades fue deportado al norte de Rusia con toda su familia y condenado a trabajos forzados. Su madre murió de tuberculosis y poco después falleció su padre, con lo que a los 12 años Conrad quedó huérfano y con amargos recuerdos, que luego vertería en algunas de sus obras al hablar del colonialismo.
Al quedar huérfano fue a vivir con un tío en Cracovia, y cuando tenía 17 años marchó a Marsella y embarcó como marinero. En el año 1878 entró en la marina mercante británica para eludir el servicio militar ruso, y mientras navegaba comenzó a escribir. Con el tiempo llegó a ser capitán, obtuvo la nacionalidad británica, cambió su nombre para que sonara más inglés, y con 38 años de edad se retiró de la mercante después de haber navegado por todos los mares y haber tocado puertos de Europa, América, África, Australia, India, y otras costas e islas del Pacífico.


A partir de entonces se dedicó enteramente a escribir al tiempo que entraba en contacto con otros escritores. Las experiencias de sus viajes le resultaron muy valiosas y se reflejan en sus obras. En el año 1895 publicó “La locura de Almayer”, su primera novela, y contrajo matrimonio con Jessie George.
Sus obras gustaron al público por el poder de su narrativa, por la claridad de su lenguaje y por los caracteres de antihéroes de sus personajes. Está considerado como uno de los mejores novelistas de temas navales en habla inglesa, a pesar de que aprendió el idioma siendo ya mayor. Es de destacar que desde el principio escribió en inglés, lo que no deja de sorprender, ya que era su cuarta lengua tras el polaco, el ruso y el francés.
Escribió unas 13 novelas, 2 libros de memorias y casi 30 relatos cortos. Una de sus novelas más famosas es “Lord Jim”, publicada en 1900, que describe la vida de un marino atormentado por un acto de cobardía en su juventud. Aunque para muchos su obra cumbre es “Nostromo”, publicada en 1904, que habla de inestabilidades, una mina de plata y un “incorruptible” italiano: Nostromo.
A pesar de sus éxitos, su vida se vio marcada por los escasos ingresos que obtenía con sus publicaciones, por la parálisis sufrida por su esposa y por los sufrimientos que le producía la gota. Falleció de un infarto el 3 de agosto de 1924, a los 67 años de edad, y fue enterrado en el cementerio de Canterbury.
Su efigie se asomó a la filatelia en sellos emitidos por Polonia en el año 1957, al conmemorar el centenario de su nacimiento.


LOS LIBROS DEL MES

EL MUNDO DE GERARD MERCATOR. EL CARTÓGRAFO QUE REVOLUCIONÓ LA GEOGRAFÍA.

TAYLOR, Andrew.

Mientras los grandes exploradores llegaban con asombrosas riquezas y extravagantes historias del Nuevo Mundo, los estudiosos batallaban con el problema de cómo representar los territorios recién descubiertos en una hoja de papel. Estaba en juego la vida de miles de navegantes, la clave de la navegación y las riquezas de las naciones. Hubo que esperar hasta el siglo XVI, una época de gran agitación intelectual y oportunismo, para que un hombre encontrara la solución: la proyección Mercator, que sigue siendo en nuestros días la manera como se representa el mundo. En esta apasionante biografía, Taylor relata cómo Mercator se convirtió en uno de los pensadores más destacados de esta turbulenta época. Fue encarcelado por la Inquisición y amenazado de muerte y torturas, sin embargo su trabajo fue reconocido por emperadores, príncipes y eruditos. Este libro es una cautivadora aproximación a la cartografía, una fascinantes conjunción entre ciencia y arte, así como a la vida de un hombre valiente que dio forma a nuestro mundo, sin haber embarcado nunca.



MAR DE TORMENTA. LA ÚLTIMA GRAN CAMPAÑA NAVAL DE LA HISTORIA.

THOMAS, Evan.

Esta es la historia de la última gran campaña naval: la guerra del Pacífico, que culminó en 1944 con la batalla del Goldo de Leyte, la mayor de todos los tiempos, en la que participaron trescientos buques y cerca de doscientos mil hombres. Una historia que Thomas nos cuenta a través de la expericiencia vivida por cuatro hombres: por el lado de los americanos, el almirante Halsey y el comandante Evans, un indio cherokee que condujo su buque a la destrucción en una carga suicida, y por el de los japoneses, el almirante Kurita, que optó finalmente por salvar las vida de sus hombres, y el almirante Ugaki, un samurai que recibió el mando de todos los kamikazes y se convirtió él mismo en el último kamikaze de esta guerra. Thomas, que ha reconstruido esta historia no sólo a partir de documentos, sino también de los testimonios de los supervivientes, ha escrito un libro inolvidable, que conjuga la épica de la guerra en el mar con el dramatismo de las historias personales de sus protagonistas.
.




REMOLCADORES Y LANCHAS REMOLCADORAS DE LA ARMADA

ANCA ALAMILLO, Alejandro

Se trata de una monografía dedicada a todo tipo de unidades menores, lo que en España representa una novedad que trata de recuperar la historia olvidada de estos barcos, a la vez que reivindicar el papel que desempeñan en la vida naval estas embarcaciones utilizadas en todas las marinas del mundo como buques “comodín”, tanto por su pequeño tamaño como por su extraordinarias fuerza y maniobrabilidad, lo que ha permitido a lo largo de los tiempos su uso alternativo al de sus funciones esenciales, armándoles como cañoneros.



INMERSIÓN. LA VIDA A BORDO DE UN SUBMARINO ESPAÑOL.

SANCHEZ-FEIJOO LOPEZ, Luis

Primera Parte: El Barco. Descripción general; Preparación para la salida a la mar; Despedida y recibimiento; Salida y entrada en puerto; Navegación en superficie; Navegación en inmersión; Misiones; Amenazas; Aire respirable en interiores; La cocina de las profundidades; Higiene y Sanidad; Alojamientos; Vestuario; Salvamento; Comunicaciones; Detección submarina. Parte Segunda: El Hombre. Procedencias y linajes; Instrucción y adiestramiento; Espíritu y moral; Comandante, 2º Comandante, jefe de máquinas; Mantener la cota; Submarinistas y buceadores; Colisión con el fondo; Cruce del Estrecho; Alcohol, tabaco y sexo; Alumbrado rojo; Día o noche; Impacto de torpedo; Visita y registro; Flotilla soviética; Gran inclinación; Radio Amboage. Bibliografía. Indice onomástico


HOMBRES Y BARCOS. LA FOTOGRAFÍA DE LA MARINA ESPAÑOLA EN EL MUSEO NAVAL (1850-1935).

CASTILLO CACERES, F; MORENO MARTIN, J.M; MARTINEZ OYARZ

Presentación. Hombres y barcos. La fotografía de la Marina española en el Museo Naval (1850-1935). La colección de fotografía histórica del Museo Naval de Madrid. Los fotógrafos de la colección del Museo Naval. Galería fotográfica. Retratos individuales. Retratos colectivos. La vida a bordo. Enseñanza. Acontecimientos y viajes. Arsenales y astilleros. Edificios y material. Buques.

2 comentarios:

Gonxalo Oyanedel dijo...

En mis años de colegio descubrí al "Príncipe de Asturias" en un imponente afiche, colgado en la habitación de un compañero; me pareció espléndido y es curioso que su efigie marcara mis años estudiantiles.

En otro punto, Conrad es muy divetido de leer... siempre y cuando no se le pida precisión cartográfica. Disfruté mucho su no muy conocido "Gaspar Ruiz" - ambientado en la independencia de Chile -, pero no pude evitar sonreir ante ciertos desaciertos en las descripciones; muy recomendable, eso sí.

Una pipa rápida y a dormir. Siempre es un gusto subir depolizón por acá.

Javier dijo...

Es que el R11 tiene algo especial, te lo digo yo gonxalo.

Pues ni había oído hablar de esa obra de Conrad...