jueves, octubre 13, 2011

Explicaciones a mi desaparición

Creo bien que igual a alguien le ha alertado mi desaparición durante unos días, sobre todo a aquellas personas que hayan tenido conocimiento de mi pequeña depresión que me acosó y derribó la semana pasada. Días de silencio ininterrumpido que espero que no haya causado excesiva preocupación, por ejemplo, en Lidia M.

Me sentía tan mal, triste y bajo de moral que parece que mi cuerpo acompañó a mi débil mente. Así que el sábado por la noche noté, no la primera manifestación del problema físico, sino la confirmación del mismo, debiendo ir corriendo a donde el Sr. Roca. La cosa continuó el domingo por la mañana cuando sufrí de eructos que podrían tumbar un camello por el pestazo, que se unía al de las visitas al jardín, llegando a competir el olor de lo que despedía por el ano con lo que salía por mi boca justo después de llevarme algo a la boca. El dolor que lo acompañaba solo amainaba cuando vomitaba.

Volvió a mí la ya acostumbrada gastroenteritis aguda anual, la cual se ha convertido en una fastidiosa compañera de viaje en los últimos tres años, no faltando a su cita nunca, pero cogiéndosela sin avisar, claro.

Al final no pude aguantar más el dolor (me estoy haciendo viejo para el dolor físico y mental) y acabé en el Centro ambulatorio, con un número en la frente: era el octavo paciente en acudir allí y a ese médico de urgencias en cuestión con el mismo problema. Y es que llevaba conmigo al octavo pasajero. Me hizo gracia la combinación de ideas tras varios vómitos y casi una decena de visitas a la taza.

La solución médica fue fácil y conocida: atiborrarme de CITORSAL, que es un compuesto de sales y electrolitos con color y olor a naranja, pero con sabor que nada tiene que ver con la naranja (si lo probáis y estáis a base del mismo, aunque sea tan solo un día, acabaréis rogando por un vaso de agua normal y pura). Para controlar mi congestionado estómago todavía estoy a base de MOTILIUM y comiendo como los pajaritos, pero, mierda (perdón por la expresión), no os podéis imaginar (aquellos que no han vivido esto, y que no es para tanto en relación a lo ya manifestado en mi cuerpo) lo feliz que se siente uno no cuando ve que no pareces un grifo de bilis, y llegas a hacer de cuerpo con materia dura.

Sí, no es muy elegante esta crónica, pero solo es cosa de comentaros lo sucedido. Una especie de informe personal.

2 comentarios:

Dave Berry dijo...

Una buena crónica!!! al final la expresión de cagar es un placer hay que cogerla con pinzas en según que situaciones, claro. Saludos y si te apetece, puedes pasar por mi blog. PD: mejórate!

Javier dijo...

Te contesto en tu blog, Dave.