jueves, mayo 16, 2013

Rompiendo una pica a favor de Iñaki Urdangarín



Su suerte me resulta indiferente y este campo no se presta para mi escasa elocuencia y para sentar, mucho  menos, una invencible defensa de su persona entre autos y oscuros recovecos de resoluciones judiciales que ni me he molestado en ojear. Esa es una labor encomendada a su abogado, que para algo se estará dorando pies, manos y bolsillos. Pero, al final, por mucho que uno se resista, no es de piedra y siente cómo la paciencia se le agota de simple irritación; le es ya imposible hacer oídos sordos y ojos ciegos al analfabetismo crónico y mendaz de los mentideros de nuestra nación, alimentados por piojosos que se ríen las estupideces los unos a los otros. Tertulianos de televisión, banco o cafetería. ¡Todos! Arreglamundos incapaces de colocar una bombilla y que no dudan en abrir la boca hasta descoyuntarse ante la basura que escupen periódicos, telediarios, “entendidos” y otros medios aún menos dignos… De la mano de periodistas y “periodistas” que saben tanto de Derecho como yo de Periodismo.

Ya está bien de esta burla diaria, propia del más inútil y desvergonzado populacho, ilustre reflejo de un sentir que me ruboriza día sí y día también, con sus chistes fáciles sin saber si Urdangarín es culpable o no, por el simple hecho de que para él ya es culpable al 100%.

Como ya he dicho, voy a romper una pica, pero, ¡vive Dios!, que no es por defender la inocencia de Urdangarín, simplemente para recordar (o descubrir) a muchos unos principios que son propios de lo que se llama Justicia.

Este muchacho, señor…, por ser familia política de quien es, ya ha sido juzgado por la ilustrada marea popular, en su sabia y divina falta de luces. De poco le sirven ya la parcialidad de los tribunales, las pruebas que pueblan las diligencias, los testimonios… Si resulta declarado culpable, que al final es cierto que se llevaba la pasta a puñados (seguro que menos que otros tantos que se pasean entre bambalinas, con identidades bien conocidas, y merecedores del pertinente escándalo aunque no nos interesa tanto su sangre adornando el patíbulo), el Monstruo del Pueblo exclamará jactancioso: “¡Ya sabía yo que era un ladrón!” Y lo hará mientras se apoya en la barra y se bebe de un trago el carajillo, deleitándose con el placer de notar como su seboso trasero desborda el taburete.

Si resulta que Urdangarín es declarado inocente, el Monstruo hará rozar, como si fueran dos placas tectónicas enemigas, la tela del pantalón contra su asiento y, fingiendo indignación sin medida, escupirá a los cuatro vientos: “¡Claro, como es el yerno del rey…! ¡No hay Justicia!” Incluso es posible que, embargado por la nostalgia de lo desconocido o reproducido utópica y falsamente,  con el puño en alto, querrá declarar un 14 de Abril.

¿Es que nadie se da cuenta de lo que se escucha en la calle y se lee en los foros? ¿Del nivel de gañanería y neandertalidad en su peor concepción que destila la pobredumbre?

Es aberrante. Un insulto al Estado de Derecho y las normas sociales más básicas.

¿Por qué no legalizamos ya el linchamiento público?

¡Unámonos a la Justicia de verdad como talibanes!

¡Nombremos a Jorge Javier Vázquez magistrado del Tribunal Supremo!

¡Viva!

Me da igual si se llama Urdangarín o Pepito Grillo. No es la primera vez –y temo que tampoco la última-, que en redes sociales o terrazas nos valemos de nuestros bien aprendidos derechos a despellejar, juzgar y condenar sin ojos (por los siglos de los siglos, amén), a todo bicho viviente y si es para regocijarnos en nuestra propia ineptitud, estupidez, falta de decoro y cultura (es decir, nuestra mierda), mejor que mejor.

Como los acontecimientos tienden a precipitarse, y aún siendo yo un pésimo profesor de Derecho (¡válgame Dios!) y mi “cátedra” tiene menos peso que una polilla, la pica la termino de romper lo hago ilustrando a quien quiera que todas esas noticias que tanto nos embargan y emocionan, con mails empalmados y otras bobadas y payasadas, se centran en unas Diligencias Previas de un Juzgado de Instrucción, el cual no está enjuiciando ni enjuiciará a nadie, ni a Urdangarín, ni a su colega, ni al señor de mantenimiento del Instituto Noos si fuera preciso. Es una investigación sobre unos supuestos hechos delictivos cuya autoría podría ser, aún no, atribuida a este hombre que mejor habría hecho empleando el tiempo libre a la vida contemplativa. Está imputado, algo muy diferente de estar acusado y, por supuesto, condenado.

Repasemos los conceptos:

Indicar que no todo detenido es imputado; ni que todo imputado es acusado; ni que todo acusado es condenado o culpable.

Imputado es la persona sobre la que versa la investigación que dirige el Juez Instructor, cuyo objeto es determinar si hay base para sostener una futura acusación por la existencia de un presunto hecho punible.

Una vez concluida la fase procesal de Diligencias, podremos hablar de acusados, si los hay, claro. Urdangarín sería acusado únicamente cuando se haya determinado objetivamente la base de una acusación y es cuando el Ministerio fiscal y/o la acusación particular solicitan la apertura del Juicio Oral mediante la presentación del escrito de acusación o del de calificación, según el procedimiento a optar. Se le presume, con la base de la Diligencia, que es supuesto autor de un supuesto delito.

Y condenado, obvio está, es aquel que tras la práctica de la prueba en Vista, conclusiones y demás, es declarado autor de un delito mediante sentencia a dictar por el Juez de lo Penal (no por el de Instrucción).

Resaltar que como buen Juez de Instrucción que es D. José Castro, cuyo lenguaje corporal que tan solo dice a gritos: “¡Con esto me jubilo a lo grande!”, se dedica a recoger pruebas dudosas a diestro y siniestro, a dictar autos como si friera churros y a levantar polvareda como sabueso de cercenado olfato pero provisto de ametralladora M-60 para jugar al tiro pichón.

¿Volveremos a presenciar la declaración de nulidad de los Autos por un involuntario (motivado por las prisas y por la falta de diligencia “perdonable” a los togados) error judicial, algo tan común entre los jueces instructores “estrella (-dos)”, por vulneración sangrante del art. 24 de la Constitución y de todo lo que emana del mismo?

Y no, el Sr. Castro no va a juzgar a Urdangarín, lo cual es un alivio para aquellos iniciados con algo de honestidad aún en la pechera, y que vemos con horror actos cotidianos de, por ejemplo, prevaricación en el “Sector”. No os podéis imaginar lo que hay que callar como putas, no vaya a ser que acabemos en la Lista Negra de alguien hasta que blanqueen nuestros bonitos huesos.

Señores, hasta es posible que el Ministerio fiscal ni acuse a esas personas que en nuestros ratos libres y “muros” hemos (pre-)juzgado y condenado de forma irrazonada porque son nuestros “enemigos naturales”, esos a los que hemos elegido para odiar porque han conseguido lo que deseamos, pero que han cometido el error de haber sido desenmascarados (a nuestros ojos, porque el principio de presunción de inocencia se mantiene hasta el momento de la sentencia condenatoria).

Porque somos (¿hago bien incluyéndome al no comulgar con esta idea?) portaestandartes de esa enseña tricolor, de una muchacha de gorro frigio que no acaba siendo más que una ramera. Abanderados dentudos y gritones contra la clase política, pero deseando que haya más políticos corruptos que nos mangoneen.

¡Abajo la clase política de este país (¡pero si el Rey no es un político! ¡Ahí va!)!

¡Abajo este sistema injusto (para aquello que nos contradiga)!

Sí, seguro que con una República bananera, digna de nuestra sociedad bananera, tendríamos unos políticos sin corruptela, como unos ciudadanos sin mácula, ¿verdad?

Nuevo Estado, nueva Legislación, nueva Justicia de salón sin el menor atisbo de presunción de inocencia.

¡Viva la pantomima!

Y sigamos haciendo lo mismo con todos hasta que nos convirtamos en leales, repetitivos y manejables puritanos de Salem…, pero, ¡pardiez!, si ya lo somos, de toda la vida, oiga; y así seguiremos mientras no se instruya al ciudadano medio (en esta materia nunca ha habido recortes porque nunca ha habido recursos) de la existencia de Derechos para todos.

Pero antes igual habría que informarles de que, por ejemplo, los abogados del Turno de oficio no son manzanitos recién salidos de la facultad o funcionarios; que el secretario judicial no es quien le coge las citas y las llamadas al Sr. Juez o que, por desgracia, las sentencias tienen valor, no son papeles sin mérito escritos por alguien vestido de cuervo.

Y también, que todos somos corruptos. ¡TODOS! Venga, que levante la mano quien no ha ocultado bienes, ha pagado en negro a la chacha, ha tratado de evadir impuestos, ha estafado al sistema social mintiendo, se ha burlado de la Justicia…

¿Cuántos hay que se creen que todos están a su servicio y que ellos son los amos por el simple hecho (privilegio) de existir?

Curioso es que no son políticos, sino tu vecino o tú mismo.

Si tenemos unas cúpulas corruptas es porque es el fiel reflejo de una sociedad corrupta y mezquina. Todo derecho y ninguna obligación. Estúpidos y analfabetos primarios que desconocen lo más mínimo para considerarse civilización.

Al final es posible que mi pica, más que romperse, se haya marchitado por disfunción eréctil, ¿quién sabe?, pero me doy por satisfecho por estas palabras recitadas en el desierto. Hay que confiar más en el pensamiento que en la lengua. Así espero que muchos dejen de ocupar molestamente mis oídos y pantalla, que callen y parezcan bobos, que no abran la boca para confirmarlo.

Quizá el más estúpido haya sido yo por hablar, pero, por favor, nunca está de más leerse los fundamentos de nuestra Justicia y dejar de decir memeces.

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