martes, abril 28, 2015

Guardia de cine: reseña a “Acorralado”

Título original: “First Blood”. Año 1982. USA. Color. 93 minutos. Dirección a cargo de Ted Kotcheff. Guión a cargo de David Morrell. Intérpretes: Sylvester Stallone, Brian Dennehy, Richard Crenna.

Éste es uno de los títulos míticos de la época que discurrió a comienzos de la década de 1980; al menos, la que aportó la imagen más icónica y potente, imborrable e imperecedera en la cultura general: Sylvester Stallone sucio y greñudo, con una cinta en la frente, camiseta y cargando con una mastodóntica ametralladora M-60. Una imagen impactante de la que el propio Stallone no sería capaz de librarse desde entonces, siéndole difícil aparecer ya en pantalla con algo diferente a unos guantes de boxeo o llenándolo todo de plomo a golpe de ráfaga automática.

“Acorralado” era una de esas películas que de crío esperabas visionar a hurtadillas, esquivando la vigilancia paterna y los dos rombos, para flipar con tantos tiros y explosiones. Por aquel entonces era lo que queríamos ver, razón por la que el producto se desfiguró hasta tal punto que se convirtió en una mera diversión en las siguientes y obligadas entregas de una rentable franquicia, como sucedería con Tiburón, etc.; secuelas en las que se fue diluyendo deliberadamente el mensaje original tan solo para ofrecer al público lo que deseaba: un espectáculo visceral. Este y no otro fue el gran problema del cine de éxito de esa etapa histórica de finales de los '70 y comienzos de los '80. Por suerte, lo poco que decía Rambo por su boquita, eran frases lapidarias. 

Y por ello mismo tenemos que hacer un gran esfuerzo para librarnos de esa pátina de simpleza, de la creencia de que solo es una cinta de acción, pues no lo es para nada. El sencillo argumento casa a la perfección con lo que se quiere denunciar sin ambages o artificios; solo hay que escuchar. La violencia de las escenas no es más que la trasposición de la violencia mental de hombres como John Rambo que vuelven de la brutal guerra en la que han sido derrotados, en la que han perdido todo: juventud, familia, amigos, futuro...; y que son tratados como parias o, incluso, algo peor, por una sociedad insensible que los mira de reojo con asco, vergüenza y resentimiento. Esos hombres fueron los verdaderos perdedores del conflicto de Vietnam. Atormentados durante el resto de sus vidas por la muerte; repudiados y odiados, condenados a vagar por las calles, a llorar en silencio sin que nadie les tendiera una mano.

La furia de John Rambo se dirige contra la sociedad por la que dio todo y que le vuelve la espalda. Él no quiere que le arrojen pétalos de rosa a su paso o que lo traten como a un héroe. Tan solo pide respeto. Por eso no es solo la Policía, sino también el pueblo, quien sufre las consecuencias de su ira, aglutinadora de la de todos los veteranos injustamente tildados de apestados. 

El grito de Rambo es un aullido desesperado y acusador en medio de un bosque húmedo cubierto por jirones de niebla. Un grito que la sociedad tardó demasiado en escuchar.

Se podría acusar a la cinta de simplismo efectista, de ser una historia lineal de la caza del hombre-bestia, en la que las limitadas habilidades interpretativas de Stallone se ocultan tras su extrema habilidad física. Está acorralado en un bosque; sobrevive. Sin embargo, una vez conocida el alma de la película, vemos que nos adentramos en las tinieblas a cada recodo.

En cuanto a guión, éste es sorprendentemente natural, plagado de diálogos fluidos y escenas que se nos pueden antojar en un principio como típicos recursos dramáticos o cómicos de descanso, según sea el momento, pero que permite que los personajes transmitan cierto halo de realismo.

“Acorralado” es un título al que debemos recurrir para hacer una lectura reflexiva más profunda de la que hicimos en nuestros años mozos.

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