miércoles, septiembre 30, 2015

Arribada a Bueu

A tan solo 19 kilómetros al SO de Pontevedra capital, a lo largo de calas y playas, precipitándose hacia el mar desde la carretera, se encuentra la localidad de Bueu, conocida, como otras tantas de la vertiente atlántica, desde la época de dominación romana y destacada por las industrias pesqueras y de salazón tan populares en la zona a lo largo de los siglos.

En la actualidad es un pueblo más bien turístico, pero que se resiste a ser devorado por las nuevas construcciones y que mantiene vigorosa la tradición marinera gracias a un buen puerto y una flota mejillonera nada desdeñable; prueba palpable de que a sus habitantes no se les ha pasado por la cabeza dar la espalda al mar como sí lo han hecho los pontevedreses. El salitre está presente en todos los aspectos de la vida y es algo que se disfruta a cada paso a lo largo de la Av. Montero Ríos.

A escasos metros de la plaza de abastos se levanta una auténtica joya para aquellos de nosotros con los gustos, intereses y aficiones que nos hacen reunirnos en el sollado de nuestro Navegante del Mar de Papel: el museo Massó. Adentrarnos en él supondrá hacerlo en el mundo de la industria conservera más importante de la comarca; en un mundo de pesqueros y marineros, latas, máquinas autoclave y hasta ballenas; una introducción magnífica por medio de una hermosa exposición permanente, cuyo fondo además incluye maquetas de naos, galeones y fragatas, material de aprendizaje de náutica de siglos pasados, un espectacular mascarón de proa que representa a san Telmo y detalles tan curiosos como documentos de compraventa de esclavos o un manifiesto escrito de puño y letra por el genial Isaac Peral. Pero hay mucho más, llegando a sorprender que en un almacén, cuyo suelo irregular nos traslada a un viejo astillero, se conserve el pecio de una lancha xeiteira que permaneció hundida durante cuatro siglos y que fue rescatada a comienzos de la década de 1990.

Durante estos días, el museo cuenta además con una exposición temporal que profundiza una sección permanente dedicada a la industria de la caza y procesamiento de ballenas y cachalotes, actividad que se mantuvo en activo en la ría de Pontevedra hasta el año 1980, momento en el que la presión internacional y las bombas obligaron a echar el cierre y poner fin al ansia descontrolada de cazar hasta la extenuación y exterminio, tan común entre los pescadores del Cantábrico durante aquellas licenciosas décadas.

En esta exposición temporal conoceremos detalles diversos por medio de objetos de dispar índole como son un corsé, aceites, jabones, publicidad, herramientas y hasta huesos de mandíbula y columna vertebral de cetáceo, que se han de enlazar forzosamente con la sala dedicada a la industria Massó y la captura de ballenas: cañones lanzaarpones, arpones de principios del s. XX, maquetas y planos de cazaballeneros (el último de los cuales que, por cierto, estuvo en activo ahora es una museo flotante en Noruega (¿para cuándo uno como Dios manda en España?)), entre otros.

Por último, escondida en la planta superior, quizá creyendo el visitante que son dependencias privadas del museo, se nos puede pasar desapercibida una salita minúscula en la que daremos con los restos arqueológicos de los dos tipos de ánforas fabricadas en Bueu durante la Etapa romana, muy diferentes ellas a las que estamos acostumbrados a ver y que demuestran la importancia de este centro productor y de la ría de Pontevedra.

Lo mejor para terminar la fugaz visita a Bueu, aunque nos envuelva una espesa niebla, sea vagar sin rumbo por su puerto, devolverle la penetrante mirada a los gatos de salitroso pelaje que nos salgan al paso y dejarse caer en algunos de los magnífico bares y pubs que asoman al mar desde la Avenida de Montero Ríos y disfrutar de una buena cerveza negra como, por ejemplo, en el precioso y casi mágico O Farol.









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