miércoles, noviembre 11, 2015

Origen: relacionando el mito

Durante la llamada Etapa Mágica de la Humanidad, a medida que se daban los primeros pasos que nos permitieron abandonar la Prehistoria, aun el Hombre se empecinaba por hallar una respuesta a todo aquello que lo atribulara y atemorizara como paso previo a alcanzar la Etapa Científica

Los mitos que conformaron la memoria oral de nuestra especie son el fruto más subestimado de aquellos eones en los que los dioses y los acontecimientos imposibles eran el pan nuestro de cada día. A pesar de su importancia antropológica, llevamos largo tiempo burlándonos de las explicaciones que daba la Humanidad durante su infancia a todo lo que la rodeaba, por mucho que hoy día, emborrachados de tecnología y Ciencia que no llegamos a molestarnos en comprender, nos acerquemos peligrosamente al nihilismo más recalcitrante y huraño.

Ciertos mitos atraen mi atención como la luz a la polilla, pues considero que, entre sus líneas y acontecimientos de dudosa veracidad, se esconde un poso de realidad incuestionable. Y hay uno en especial que me obliga a cavilar sesudamente al sernos el más cercano gracias nuestra cultura judeo-cristiana: la creación del mundo y del Hombre conforme está relatado en el libro del Génesis.

No albergo ánimo de que salgáis escopetados de este blog creyendo que aquel que lo comanda ha salido vomitado de alguna iglesia perdida del Medio Oeste de los EEUU, defensora a ultranza del Creacionismo y donde Charles Darwin es poco menos que el príncipe de los infiernos. Tranquilos, sé muy bien lo que comporta el término mito y creo en la teoría de la Evolución.

Tras la lectura de una novedosa serie de noticias y descubrimientos paleontológicos, hay ciertos detalles en ese Génesis que me inquietan y, por ello, quiero compartir con vosotros mis lógicas o dementes teorías.

Por un lado, he de hacer referencia a un imposible: la relación de la formación del universo y la Tierra conforme a la Biblia. Los estudiosos han indicado que las primeras líneas de este Libro del Génesis suponen únicamente una declaración sacerdotal acerca de la existencia de un dios único*, pero no deja de ser curioso que la relación de días y hechos de autoría divina corresponden casi a la perfección con las edades geológicas y el desarrollo vital en nuestro planeta hasta la llegada del Hombre como especie dominante, la cual es creada el sexto día (recordemos que como especie somos de los más bisoños sobre la faz de nuestra perla azul).

  • Antes del primer día, solo hay un abismo, o la nada mejor dicho. Pero Dios crea la luz. ¿Un big bang?
  • Durante el segundo día se crea el firmamento. ¿Expansión del universo?
  • Durante el tercero se reúnen las aguas y emerge la tierra seca (Era arqueozoica). Comienza la vida primaria (Era precámbrica)
  • Durante el cuarto se describen el sol y la luna.
  • El quinto día se dedica a la creación de la vida animal compleja, con aves y seres acuáticos, a los que siguen los terrestres. (Era mesozoica)
  • Al sexto día es cuando se crea al Hombre como ser supremo sobre todas las demás especies y sobre la Tierra. (Era mesozoica-Cuaternario)


Me parece harto extraño e inquietante el paralelismo o si se debe a una simple casualidad. ¿Aquellos enigmáticos sacerdotes del judaísmo primitivo podrían haber tenido acceso a un conocimiento de la cronología geológica en Babilonia?

Uno de los hechos más controvertidos del Génesis es cuando se relata que Dios concibió al hombre a su imagen y semejanza, pero, ¿qué podemos entender como tal? Por supuesto, nadie debió ver nunca a Dios, y para cuando se redacta la Historia Primitiva del Génesis, «La Creación y la Caída», nadie podía pensar que el Ser Humano era una especie evolucionada de otro animal. Nunca hemos creído que Dios sea una especie de mono, pues sería igualmente erróneo, ya que ese a imagen y semejanza, me da que suponer que no es más que la metáfora de la inclusión en nuestro código genético de una predisposición a evolucionar hacia una forma de vida más compleja intelectualmente hablando.

La tentación y caída del Ser Humano se identifica con Adán y Eva (la cual, recordemos, es una evolución del propia Adán) comiendo el fruto del árbol prohibido, y es aquí donde se da un punto también muy interesante en la evolución y desarrollo de nuestra especie. Por mucho que se los presenten idealizados, Adán y Eva siempre me parecieron un par de monos estúpidos en medio de un vasto vergel, situado en algún punto de África u Oriente Medio. Están al mismo nivel que el resto de los animales que los rodean, con su mismo cerebro primitivo, tan solo preocupado por la supervivencia. Pero cuentan con una chispa de ambición: ese pecado de tomar la fruta del árbol prohibido es un gesto de orgullo del Ser Humano como especie que encauza su evolución hacia una meta superior: «Vio entretanto la mujer que el árbol era apetitoso y deseable para adquirir sabiduría».

El árbol prohibido es el de la Ciencia o la Sabiduría, que incluso puede considerarse como la garantía de perpetuación del género humano. Es algo más que el tomar conciencia del Bien y del Mal: el Ser Humano decide evolucionar y cumplir con la promesa divina de ser la especie dominante. El precio que se paga por traicionar a Yahvé, que teme que el hombre alcance la inmortalidad tras haber llegado a un estadio de semideidad («¡He aquí el hombre que ha llevado a ser como uno de nosotros por el conocimiento del bien y del mal!»), es la muerte y la expulsión del Edén para que Adán y Eva trabajen la tierra con el sudor de sus frentes.

En la decisión final de Yahvé hay algo muy reseñable: Eva sufre la maldición de que los partos le serán dolorosos, referenciando a que ésta tendrá una multitud de partos**. Tal maldición no es más que la lógica consecuencia de nuestra evolución hacia una forma de vida que camina sobre sus patas traseras, para lo que necesita una pelvis más robusta y menos flexible que los cuadrúpedos.

Por su parte, la condena a trabajar me parece algo vital pues supone que el Ser Humano ha dejado para siempre su etapa animal y comienza a industriar los primeros artilugios de sílex, a curtir pieles, a desarrollar la agricultura…

El segundo capítulo de la primera parte del Génesis está intitulado como «Historia de la Cultura» y narra el primer homicidio. A la luz de las últimas teorías y descubrimientos, se está tomando razón seria de la posibilidad de que el Homo Sapiens aniquilara al Homo Neandertal, y creo acertada mi opinión acerca de que el parricidio detallado en el Génesis es una traslación esotérico-religiosa de un hecho cierto pero de cuyo origen se ha perdido toda pista. Incluso, si tomamos una senda menos violenta, podría identificarse con que Caín representa a la rama de la especie Homo que sobrevive (recordemos que en nuestro mundo no hay otro tipo de homos en la actualidad, al contrario que en el resto de especies animales).

Caín acaba con Abel, el favorito de Yahvé; y ahora sabemos que los neandertales no eran criaturas estúpidas y embrutecidas; se tiene constancia de una inteligencia formidable unida a una fuerza descomunal. Sin duda, eran los elegidos, los mejor adaptados, pero sucumbieron a una especie más débil físicamente, pero mejor dotada de astucia. Pero ya lo mismo nos puede dar que fuera un genocidio, improbablemente disfrazado en el mito de la creación como un parricidio entre dos hermanos***, o que la sangre neandertal se diluyera en el tronco familiar de la nueva raza. 

¿A qué vienen todas esas historias donde la intervención divina sobre el Ser Humano es ridícula e inexistente?

Obviamente, todas estas cavilaciones, teorías o ficciones calenturientas, provenientes de una mente un tanto ociosa, han de ser tomadas como tales y al albur de la unión imperfecta de dos puntos dispares o inconexos, del mismo modo que otros hacen con las profecías de Nostradamus: se les encuentran sentido una vez que un hecho importante ya ha sucedido y se le fuerza un encaje con lo escrito hace tanto tiempo.

Tan solo ha sido mi voluntad inocente la de compartir con vosotros este divertimento y desvelo.





*Algo sobre lo que los anónimos redactores del Génesis se contradicen al momento de la expulsión de Adán y Eva y que encerramos entre paréntesis cuando hablamos del precio por comer del árbol de la Sabiduría.

** Caín y Abel, como sus padres, siempre han sido individualizados como entes singulares, cuando en realidad, en mi opinión, son grupos étnicos o evolucionados dentro de la Humanidad.

*** Hubo también antes otros tipos de homínidos, lo sé, pero no los menciono para no divagar aún más.

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