miércoles, diciembre 16, 2015

El «Vizcaya» en el Jubileo de Diamante de la reina Victoria

El mes de junio de 1897 fue el ideal para mostrar pabellón y líneas aguerridas en los buques de guerra de todo aquel que se supiera poseedor de una posición en el circo internacional. Por parte de nuestro reino, el gobierno dispuso que el crucero acorazado Vizcaya representara a España en los festejos por el jubileo de la reina Victoria de Inglaterra.

Al contrario que muchos falsarios pretenden hacer creer, nuestra Marina de guerra contaba con ilustres y potentes hermanos de sangres y acero, y no con una triste colección de decrépitos cascarones aparejados y recubiertos de madera. El Vizcaya era uno de estos poderosos hijos de la Armada y algún reporter de la revista The Engineer supo ponerle ojos y dejar para la posteridad una sincera y, no obstante, hortera alabanza hacia un buque cuyo destino en la costa cubana se sellaría en menos de un año:  «Es lo que los españoles llaman Sevilla, una maravilla».

Por aquella, el Vizcaya enarbolaba el gallardetón del contralmirante y jefe de la Escuadra de Instrucción D. Segismundo Bermejo, quien dejó una amplia crónica de los avatares que lo llevaron hasta aguas inglesas y de toda la fanfarria desplegada en honor a la veterana monarca. Con un discurso que se podría tachar de anglófilo, dentro de la propia galantería y caballerosidad de la época, el contralmirante Bermejo aprovecha para dejar algunas notas sobre las necesidades de la guerra naval y la adecuación de calibres y desplazamientos:

«En la bella alborada del día 12 de Junio, el Vizcaya, fondeado en Puntales (bahía de Cádiz), se encontraba listo para desempeñar la comisión que se le había conferido en Inglaterra, que era asistir a las fiestas del 60º aniversario de la coronación de la reina Victoria.

»La mar se rizaba ligeramente a impulsos de un Levanta moderado; el purísimo cielo andaluz mostrábase en todo su esplendor, destacándose nítido el contorno de la extensa bahía, a cuyas orillas se levantan las blancas poblaciones de su litoral.

»A la seis y media de la mañana el Vizcaya, libre de las anclas que lo retenían en el fondeadero, puso en movimiento sus potentes máquinas y tomó la dirección del mar hacia Cabo San Vicente, navegando con ocho generadores de vapor encendidos y 75 revoluciones de sus hélices, que producían una velocidad media de trece a catorce millas.


Contralmirante Segismundo Bermejo y Merelo
»Nuestra vista se fijaba instintivamente sobre la bella ciudad de Cádiz, admirando el precioso panorama que ofrece.

»A las nueva y media sólo se veían a lo lejos las siluetas de los altos campanarios de las iglesias, a quienes dimos el adiós de despedida, viéndolos bien pronto desaparecer bajo la circular línea del horizonte.

»Navegábamos a lo largo de la costa que se extiende desde Cádiz a cabo San Vicente; rasgaba nuestra proa con gran rapidez las aguas del Océanos, las que traían a nuestra memoria recuerdos enlazados con diferentes hechos históricos; Huelva y Palos despiertan en nosotros las gratas y entusiastas impresiones de nuestra España, que equipó las naves que, ostentando el glorioso pabellón de Castilla y guiadas por Colón y los Pinzones, hicieron surgir del tenebroso y desconocido mar un nuevo continente, duplicando la superficie de la tierra; más allá se distinguía la Punta Sagres, recuerdo del infante D. Enrique de Portugal, pues aquel, como Lisboa, fueron los centros donde se discutieron grandes problemas geográficos que los condujo a la India por el Cabo de Buena Esperanza.

»A la altura de Punta Sagres se izaron las insignias nacionales y comunicamos con el semáforo, desplegando nuestra numeral, que fue contestada con la bandera de inteligencia. Diversos buques de vapor y de vela en distintas dirección venían, como el Vizcaya, en demanda del Cabo San Vicente, cuyo faro e histórico convento tan conocidos son de todos los navegantes. Doblado el Cabo, navegamos a lo largo de la costa de Portugal. Lisboa se envolvió en densa niebla que no nos permitió distinguir la luz de Cabo Da Roca, que indica la desembocadura del Tajo. Nuestra marcha se moderó por razón de vernos envueltos en aquélla. El silbato y la sirena de vapor indicaban nuestra derrota.

»Amaneció el día 13 con viento al Norte, que fue refrescando sucesivamente hasta llegar a su mayor intensidad a las once de la noche. La mar se agitaba a impulsos del viento y rompía en nuestro buque, sin perder éste su velocidad y con escasos balances. Las espumosas olas eran divididas por su afilada proa con suma facilidad y sus crestas barrían el castillo, iluminadas por los resplandores de nuestras luces eléctricas y por la argentada luz de la luna, produciendo un mágico efecto por los cambiantes de colores al descomponerse los rayos luminosos en el agua diluida que, cual menuda lluvia, nos envolvía.

»A medianoche vimos la luz de Cabo Finisterre, cuyo círculo de iluminación atravesamos en breve tiempo.

»Era la última luz que por ahora debíamos ver de nuestra España.

»Enviamos nuestro afectuoso saludo al verla desaparecer y continuamos nuestra derrota hacia Cabo Lizard, punto de nuestra recalada en las costas de Inglaterra.

»El día 14, que fue un día de viento al NE, bonancible, mar rizada y cielo bello, viéndose numerosos buques, especialmente de vapor, que venían de vuelta encontrada, y así continuamos también con hermoso tiempo el 15, en cuya tarde avistamos las costas de Inglaterra; rectificada nuestra posición por el faro Lizard, nos dirigimos a la isla de Wight, cortando las numerosas luces de los faros de las costas inglesas, que marcaban con gran exactitud nuestra dirección.

»El tiempo, hasta entonces inmejorable, tornóse neblinoso y con chubascos frescos, acompañados de menuda lluvia, lo que hizo moderar algo nuestro andar, recalando sobre el pontón faro que marca la entrada W del puerto de Portsmouth, la que tomamos a las seis de la mañana; un commander de la Marina ingles nos señaló nuestra boya, que era la tercera de la línea de buques extranjeros, precediéndonos en ella el acorazado austríaco Wien y el alemán Konig Wilhem. La línea de buques ingleses se presentaba ya bien formada y numerosa, extendiéndose en una longitud de cinco millas, desplegándose varias insignias, y entre ellas en el Renown la del almirante sir Novell Salmon, comandante general del Departamento de Porstmouth y de las fuerzas navales fondeadas en Spithead, cambiándose los saludos con la plaza e insignias, tanto inglesa como extranjeras.

Fotografía oficial del Jubileo de Diamante de la reina Victoria (W & D Downey)
»Momentos después recibía a bordo de mi buque al teniente de navío de la Marina inglesa G. M. Fair, puesto a mis órdenes y que quedó agregado a mi Estado Mayor. Era portador de una atenta comunicación del almirante, dándonos la bienvenida por nuestra llegada; traía instrucciones que marcaban detalladamente los servicios de la bahía y para poner a nuestra disposición el cañonero Insolent. Se contestó expresando lo honroso y distinguido que nos era la misión que nos conducía al puerto de Porstmouth, con motivo de celebrarse el 60º aniversario de la coronación de S. M. la reina Victoria.

»El puerto presentaba un espléndido panorama. El canal formado por la costa inglesa, donde se destaca entre verde follaje la ciudad de Portsmouth, y por otro lado la isla de  Wight con su poblaciones (de) Wootthon y Ride y sus quintas rodeadas de jardínes, puede decirse (que) nos envolvía, formando las fuerzas navales una inmensa ciudad de una extensión de cinco millas, con sus avenidas y calles, siendo la principal la formada por la primera línea de buques ingleses y la de extranjeros, líneas que fueron engrosando sucesivamente hasta el día 20, que la formaban un total de más de 200 buques, desde los potentes acorazados, tales como el Renown y el Majestic, hasta el veloz y pequeño torpedero.

»Hechas y recibidas las visitas oficiales, entre ellas la del almirante Salmon, quien visitó el Vizcaya, invitándonos para asistir al banquete que tuvo lugar en su residencia de Porstmouth el 17 por la noche, habiendo sido obsequiados con la espléndida y galante amabilidad de que hemos sido objeto durante nuestra permanencia en Inglaterra, partimos para saludar a nuestro embajador en Londres, Sr. Conde de Casa Valencia, cruzándose las más expresivas frases a nuestra llegada e invitándonos también al banquete que tuvo lugar en su residencia en la noche del 19, servido con la esplendidez y buen gusto que caracteriza a nuestros representantes en Londres, vísperas del comienzo de las fiestas, para las que fuimos invitados, a la religiosa y a la gran procesión que debía tener lugar el día 22.

»Vestíamos el domingo 20 de gran uniforme, para asistir, como efectivamente lo hicimos, a la iglesia católica conocida con el nombre de «El Oratorio», donde el Cardenal enviado extraordinario de Su Santidad celebró el santo sacrificio de la misa, y el cardenal Baughn, primado de Inglaterra, cantón un Te-Deum; arrodillados bajo aquellas sagradas bóvedas se encontraban el Príncipe imperial de Austria, el Príncipe de Battengber, el de Sajonia, el Duque de Norfolk, jefe del partido católico, el personal de las Embajadas de las naciones católicas y un numeroso público de la más escogida sociedad inglesa y extranjera, descollando entre éste los uniformes del Ejército y la Marina inglesa. Aquel acto religioso revestía, en medio de su grandiosidad, que era la de rogar los católicos romanos por la Soberana de Inglaterra, una demostración de haberse borrado las antiguas intransigencias y era de una tendencia favorable al catolicismo, debida a la ilustración y altas condiciones del cardenal Baughn.



Grabado de W. C. Wyllie.

»El día 21, víspera de la gran procesión, visitamos en parte la vasta extensión de la carrera, de longitud de ocho millas, que debía recorrer aquélla. Las calles principales, tales como Piccadilly, Saint James, etc., se encontraban ornamentadas con mástiles con banderas, guirnaldas de flores, colgaduras y oriflamas, así como todos los edificios y casas, ostentando los conocidos lemas God save the Queen y God bless the Queen; en unas, su decorado era bello y elegante, otras lo presentaba abigarrado y de churriguerescos tonos; era una exhibición para todos los gustos, habiendo perdido algunos edificios su belleza artística natural por estar adosadas a ellos innumerables tribunas capaces para 1.300.000 almas, y cuyos asientos se cotizaban de tres a cinco guineas, precios reducidos en comparación con los que se pagaban por las ventanas y terrazas de las casas de los afortunados dueños por donde debía pasar la gran procesión. Lugares había donde era casi imposible el tránsito, la tarde del 21; los ómnibus, vacíos en su interior, pero llevando sobre sus plataformas las familias inglesas, los carruajes de todas las clases y mezclado con ellos los transeúntes formaban una cadena no interrumpida de seres humanos que revelaban en sus rostros la alegría y el contento de festejar a la Soberana de Inglaterra; pero si llamaba la atención ese espectáculo, más lo era aun el considerar a la policía inglesa que cuidaba con esmero de aquel pueblo aumentado con más de tres millones de almas que había acudido a las fiestas, así como todas las medidas tomadas para cualquiera accidente que pudiera haber ocurrido, teniendo preparadas numerosas casas de socorro con su material sanitario, y de ambulancia, fuentes y conducción de agua, salidas y entradas de carruajes y las vías que estos debían seguir, así como también se encontraba todo prevenido en las líneas férreas para los innumerables trenes extraordinarios que se sucedían sin interrupción.

»Llegó por el fin el deseado día, el 22, el de la procesión; el cielo quiso también rendir tributo de admiración a S. M. la reina Victoria, despojándose de sus nubes y que los radiantes rayos del sol iluminasen aquella manifestación del poder de la nación inglesa dominando la quinta parte de la raza humana, o sea 350.000.000 de habitantes. Rodeada, en su carroza tirada por ocho soberbios caballos color crema, de los Príncipes de la Casa Real inglesa,  de los de las naciones extranjeras y del numeroso personal invitado para acompañarla, custodiada por la representación de las fuerzas militares de Inglaterra y sus vastas colonias que ostentaban sus brillantes uniformes, sin perder el tipo de su nacionalidad los procedentes de la India, saludaba al pueblo que la aclamaba a su tránsito mostrándole el amor, afecto y el respeto al mismo tiempo que había sabido inspirar en su largo reinado de prosperidad y ventura para la nación inglesa. Londres se iluminó aquella noche brillantemente, destacándose las múltiples iniciales V. R. (Victoria Regina) y las fechas del 37 y 97.

»El gótico y almenado castillo de Windsor, con su grandioso parque, recibía las visitas de los almirantes extranjeros, que debían ser presentados a S. M. a las dos de la tarde del 24, teniendo previstos hasta los menores detalles, pues siendo la visita de almirantes, la guardia exterior, al menos en la puerta por que entramos, estaba dada por marinería. Recibido por el Hon. míster Goschen, primer Lord del Almirantazgo, por la servidumbre de servicio a S. M., a la que fuimos presentados, nos trasladamos al espléndido salón conocido con el nombre de Sala de Waterloo, donde se sirvió exquisito lunch. Presidía la mesa el Lord mayor, Stewart, quien brindó por la Reina y por las Marinas extranjeras. Terminado aquél, se verificó la presentación a S. M., que se encontraba rodeada de algunos Príncipes de la Real familia y de la alta servidumbre de servicio, presentando a su vez los almirantes a sus capitanes de bandera y personal afecto a su Estado Mayor. Terminado este solemne acto e inscriptos los nombres de los almirantes en un álbum, partimos para Londres para asistir al baile a que habíamos sido invitados en Buckingham Palace, donde a su vez fuimos presentados a S. A. R. el Príncipe de Gales, baile que ostentaba toda la magnificencia de la corte inglesa.

»Regresamos a Portsmouth el 25, víspera de la revista naval, admirando desde nuestro barco aquellas correctas líneas de poderosos buques que cruzaban infinidad de yates de velas y vapor, los que se habían concentrado, mercantes y extranjeros, los de las Compañías Trasatlánticas de 10 a 12.000 toneladas, que atestados de pasajeros cruzaban en todas dirección, vitoreando y entonando al son de músicas sus cánticos más populares a su paso por los buques.

»Espléndido y hermoso amaneció el 26, y a las ocho de la mañana se engalanaban todas las fuerzas navales concentradas en Spithead, repitiéndose la escena del día anterior por el número de visitantes a bordo de los buques. Nosotros recibimos a nuestro bordo a los embajadores de España acompañados de su séquito, a la Duquesa de Bailén, Marquesa de Santa Susana, senador señor Marcoartú, general Cámara con su señora y personal de la Comisión de Marina y otras distinguidas personas de la colonia española que venían a presenciar la revista y las iluminaciones, habiendo sido objeto de nuestra predilecta atención.

»En el lunch y comida, servidos a bordo, se brindó con entusiasmo por SS. MM., por la Marina, por los defensores de la patria que combaten en Cuba y Filipinas, por S. M. la reina Victoria y por la Marina inglesa, representada por un ayudante, el oficial inglés Mr. Fair.

»A la una la señal de despejar la línea fue hecha por el Renown, repetida por los cabezas de línea, que eran el Sans Pareil y el Magnificent, y a las dos la Escuadrilla Real, en el orden siguiente:

»Yate Irene.
»Victoria and Albert (insignia del Príncipe de Gales).
»Alberto-Osborne-El Fin.
»Euchantren (Almirantazgo).
»Wildfire (Almirantazgo).
»El Dorado (Embajador).
»Danube (Cámara de los Lores).
»Campania (Cámara de los Comunes)
»Fire Queen (General en Jefe de Portsmouth).

»empezó a moverse, deslizándose en moderada marcha para penetrar por entre las líneas principales, cuyas cabezas eran el Magnificent y el austríaco Wien. Pálido sería el querer expresar las impresiones recibidas en aquellos momentos en que las entusiastas aclamaciones, las bandas de música tocando el God save the Queen y el estampido del cañón saludaban a su paso la Escuadrilla Real. Bien diferente de la gran procesión de Londres, era la revista de una imponente grandiosidad, donde todo era severo pro sí, sin necesidad de otra ornamentación que la propia de las poderosas máquinas de guerra.

»A las cinco fondeaba el yate real que conducía a SS. AA. RR. los Príncipes de Gales por la proa del Renown, recibiendo a su bordo a los almirantes extranjeros, a quienes felicitó dando gracias por su asistencia al Diamond Jubilee de S. M. la reina Victoria, entregándoles como recuerdo, así como a los capitanes de banderas, medallas conmemorativas.

»Terminada la revista se desencadenó una tormenta que duró toda la anochecida, quedando después de ésta clara y despejada, como si el cielo no quisiera privar a los que había acudido a presencia tan solemne fiesta, en número de 600.000 personas, de las iluminaciones con que debían engalanarse los buques para saludar por segunda vez el paso de la Escuadrilla Real. Espléndidas, magníficas, fueron éstas en su diversidad de efectos, produciendo un mágico y radiante aspecto, que se desenvolvió en todo su esplendor, al paso de la Escuadrilla, saludaba con 60 cañonazos, los vítores y las músicas repitiendo el himno real. A las doce todo había terminado; pero, como llevamos expresado, los recuerdos de aquel día dejarán gratas impresiones a los que presenciamos espectáculo tan soberano.

»El siguiente día fue dado al descanso, repitiéndose el lunes 28, aniversario de la coronación, el engalanado, salvas e iluminaciones.

»Es imposible relatar las numerosas invitaciones recibidas, y sólo mencionaremos las del garden-party, banquete y baile dado por los Lores del Almirantazgo en Whale Island y en la gran sala de Town Hall. En todas estas fiestas se ha desplegado suma esplendidez, buen gusto y riqueza, llenándonos de distinguidas atenciones a todos lo que asistimos. Enumerar en todos sus detalles estas fiestas sería imposible y, por consiguiente, nos abstenemos de hacerlo, y solo podemos decir que nuestro tiempo era siempre breve y nuestras fuerzas escasas para corresponder a todas para corresponder a todas las atenciones recibidas, tanto en Londres como en Portsmouth; sin embargo, una de ellas conserva nueva memoria con más detalle, y la visita hecha al arsenal de Portsmouth y a la Escuela de Artillería Naval de Whale Island, sobre la cual expondré mis impresiones, así como sobre el material flotante, sin estimar pueda dársele más valor que el que cabe en lo que yo llamo sencillamente «mis impresiones». Estas se manifiestan esencialmente en los dos puntos culminantes de las fiestas habidas, y son la gran procesión y la revista naval, complementándose mutuamente.

»La primera, la gran procesión, es, en mi concepto, la manifestación del extenso dominio del imperio británico, sostenido por las fuerzas naturales de los países dominados. La revista naval es la manifestación de que la nación inglesa es la soberana de las olas ante la imponente majestuosidad de las fuerzas navales desplegadas en las aguas de Spithead, entre las que sobresalían los seis más importantes buques de combate de 15.000 toneladas, que son el Majestic, Magnificent, Prince George, Mars, Jupiter y Victorius, última expresión de los adelantos navales, siendo superiores al Royal Sovereign, de 14.150 toneladas, y a los del tipo Renown, de 12.350, diferencias marcadas especialmente por el armamento, pues su velocidad media es en todos de 17,5 millas, y la diferencia más tangible se señala al compararlos con el Benbow, pues los nuevos cañones de alambre de 30 centímetros y 46 toneladas de peso tienen un poder de penetración igual a los de 40,5 centímetros y 111 toneladas, montando los primeros cuatro de estas piezas principales y dos el último, lo que produce a igualdad de penetración una intensidad mayor de fuego, y a esto se une que el Majestic dispara su artillería con 157 libras de cordita, mientras el Benbow lo efectúa con 360 libras de pólvora cada disparo. Estas diferencias, así como el peso de los proyectiles, motivas lo ya expuesto sobre la velocidad del fuego, contribuyendo también a un cargo mayor de municiones.

»Respecto a los cruceros, la construcción en Rusia del Rusik y Rossia, presentes en Spithead, dio lugar a la del Powefull y Terrible, los dos mayores cruceros del mundo, marcando una diferencia esencial sobre el Blake y el Blenheim; aquellos son de 14.200 toneladas de desplazamiento, desarrollan una fuerza en caballos indicados de 25.000, la que les imprime un andar de 22 millas, con una capacidad en sus carboneras de 3.000 toneladas, que le dan un gran radio de acción.

»Complemente el poder marítimo desplegado en Spithead el Arsenal de Portsmouth con sus quince dique, dos de ellos marcados con los números 14 y 15, de seiscientos pies de eslora, a los que se unen tres espaciosas dársenas en comunicación por compuertas y que son conocidas con los nombres de dársena de reparaciones, de armamentos y de buques listos para comisiones. Los múltiples talleres, en su mayoría construcciones de ladrillo y perfectamente tenidos, las numerosas herramientas que en ellos funcionan, las trasmisiones combinadas para la locomoción de los grandes pesos, ocho mil obreros trabajando a razón de  ocho horas diarias y cien toneladas de carbón de consumo diario, son la expresión del trabajo o rendimiento práctico de este Arsenal. En el canal de entrada, defendido por baterías acasamatadas y de barbeta, así como el puerto lo está pro torres aisladas circulares, estaban sin haber formado en las líneas de Spithead los acorazados y demás buques de la reserva, tales como el Hercules, el Aquiles, el Sultan, etc., y el trasporte de escuadra Hecla.


Fotografía de G. West & Son, publicad por A. Marion & Co, en la que se distinguen a los Jupiter, Victorious, Vizcaya, Brooklyn, Victoria & Albert, Rossia, Pothuau y Evertsen 

»Las tierras, producto de las excavaciones de las dársenas citadas, dieron mayor extensión a la isla de Whale, donde se encuentra la Escuela Naval de Artillería y el campo de maniobras de las fuerzas de desembarco de las Escuadras. Sobre su superficie se alzan numerosos edificios; unos sirven para el estudio, como la gran galería donde tienen montadas con movimiento circular todas las piezas instaladas a bordo de los buques, desde la más pequeña ametralladora al más potente cañón, y las salas destinadas a las clases,  con modelo y planos acotados de todas las municiones, sus cargas, telémetros y cuanto se refiere al servicio de la artillería; otras sirven de alojamientos a los oficiales, clases y cabos de cañón, que reciben su instrucción en este importante establecimiento, anexo al Arsenal, pues se pasa a él  por un canal, y que está mandado por un capitán de navío.

»La línea de buques extranjeros estaba formada en el orden siguiente:

»Austríaco Wien, construido en Trieste.
»Alemán Koënig Wilhem, íd. en Blackwall.
»Español Vizcaya, íd. en Bilbao.
»Italiano Lepanto, íd. en Leghorn.
»Norteamericano Brooklyn, íd. en Philadelphia.
»Ruso Rossia, íd. en San Petersburgo.
»Francés Amiral Pothuan, íd. en Havre.
»Holandés Evertsen, íd. en Flushing.
»Portugués Vasco da Gama, íd. en Blackwall.
»Dinamarqués Helgoland, íd. en Copenhague.
»Sueco Göta, íd. en Gothemburg.
»Noruego Frithjef, íd. en íd.
»Japonés Fuji, íd. en Thames.
»Siamés Maha-Chakri, íd. en íd.

»Es de notar que en estas representaciones de las Marinas extranjeras, todos los buques, a excepción del japonés y portugués*, estaban construidos en los respectos países, distinguiéndose el crucero protegido ruso Rossia, de 12.130 toneladas, y el japonés Fuji, recientemente construido en Inglaterra, de 12.400, siéndonos muy grato que ninguno de estos buques, de más reciente construcción que nuestro Vizcaya, le aventajasen en velocidad.

»Termino esta líneas escritas con el apresuramiento debido a nuestra agitada vida en Inglaterra, exponiendo que en el actual modo de ser de las Marinas modernos dos son los factores esenciales que constituyen en mi concepto la fuerza efectiva de éstas, uno la velocidad de marcha, el otro la multiplicidad del fuego en el combate, que sólo puede obtenerse sin perder la fuerza de penetración necesaria a la destrucción de las obras enemigas por los cañones de calibres medios comprendidos entre 20 y 15 centímetros; esta tendencia es la de todas las Marinas, y en la que ha manifestado en la revista naval todo su esplendor, toda su grandeza, como expresión de la importante y tradicional misión de la nación inglesa, vemos puesta en práctica la reacción que en este sentido se opera, pues de los cañones de 111 toneladas montados en el Benbow, el Inflexible y en el Sans Pareil, se ha pasado a los de 46 toneladas que llevan los buques del tipo Majestic. Considero también que cada nación tiene que organizar sus fuerzas en relación con las necesidades que le imponen sus condiciones político-militares, y las construcciones costosísimas de los buques de 15.000 toneladas no siempre se adaptan a éstas, y así como en la artillería hemos expresado nuestras impresiones sobre los calibres medios, igual es nuestra creencia sobre el desplazamiento de los buques de combate, que no deben exceder de 10.000 toneladas; en una palabra, ni Dynotkeriums ni Ecytons.

»Siempre nos será grato el recordar las ya pasadas fiestas del Jubileo diamante, así como las atenciones de que hemos sido objeto por parte de nuestros embajadores y del personal de la Marina inglesa y extranjera, con la que hemos estado siempre reunidos durante nuestra permanencia en las aguas inglesas, y muy especialmente del afecto, galantería y esplendidez con que hemos sido obsequiados por el almirante sir Nowell Salmon, comandante en Jefe de todas las fuerzas navales, así como por su distinguidísima señora y familia.

Segismundo Bermejo, contraalmirante y jefe de la Escuadra de Instrucción.





*Yerra aquí el bueno del contralmirante, pues se olvida al Koënig Wilhem.


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