miércoles, marzo 09, 2016

Los árboles de la luna

Tripulación del Apolo 14. De izquierda a derecha:
Stuart A. Roosa, Alan B. Shepard Jr. y Edgar D. Mitchell
Semejante título como el que encabeza este artículo podría llevarnos a los versos épicos recitados hace más de dos mil años por bardos ciegos de la Grecia clásica, deseosos de conservar los hechos y hazañas de los tiempos oscuros e ignotos. Sin embargo, este título nos ha de trasladar a tiempos más cercanos y a hechos mejor documentados que no tienen cabida en ninguno de los cajones desastre de las Leyendas. Nos ha de llevar a bordo del módulo de la misión Apollo 14, que despegó del Centro Espacial Kennedy un día como el 31 de Enero de 1971, con Alan B. Shepard Jr., Edgar D. Mitchell y Stuart  A. Roosa a bordo; pero este artículo, al contrario de otros muchos que podréis encontrar al respecto en la Red en los últimos tiempos, sobre todo a raíz del reciente fallecimiento de Mitchell (4 de Febrero de 2016), no se centrará en su figura y en la transformación transcendental o epifanía que experimentó sobre la superficie de la luna, sino en una curiosidad*1 que ha pasado bastante desapercibida: los árboles de la luna.

Las características geológicas y otras tantas de nuestro argentino satélite natural lo desposeen de cualquier capacidad de albergar vida, por consiguiente, os resultará bien extraño que estemos ahora hablando de árboles. Permitidme que me explique mejor y que dirija vuestras miradas hacia el miembro de la tripulación del Apolo 14 que hizo tan largo viaje para quedarse a unos cientos de metros de distancia de poder pisar la superficie lunar, quedándose al mando de vital del módulo Kitty Hawk, como otros tantos en la fugaz presencia humana allá arriba y cuya lista es encabezada por Michael Collins: en Stuart Allen Roosa (1933-1994).

Este arrojado miembro de la misión, antes de formar parte del programa espacial norteamericano*2, era un retén especializado del Servicio forestal, en concreto (y de ahí que se merezca el calificativo de arrojado), era un smoke jumper, un bombero entrenado para llegar a un punto concreto del bosque en llamas, saltando en paracaídas desde un avión. Su pasión por la Naturaleza le impulsó, ya formando parte de la élite de escogidos, a aceptar de buen grado a llevar como carga, como parte de sus pertenencias para realizar el viaje espacial (como máximo un kilo*3), unos cientos de semillas de cinco escogidas especies de árbol*4, con las que se pretendía observar si la ingravidez y los demás factores a los que estarían expuestas (rayos cósmicos, etc.) afectarían su posterior crecimiento en la Tierra. En la actualidad vemos, en la ISS sobre todo, cómo se realizan experimentos biológicos en el espacio (como el de la flor de Scott Kelly), pero el que encabezaba Roosa fue el primero de la Historia.

En palabras del teniente coronel Jack Roosa, hijo de Stuart, su padre aceptó llevar consigo las semillas para homenajear el Servicio forestal de los EEUU.

El culpable de que Roosa llevara tan curioso cargamento fue Ed Cliff, Jefe del Servicio forestal, que dio inicio al proyecto encargándoselo a Stan Krugman, director de investigación genética del Servicio, que seleccionó los distintos especímenes a los que las sometería a unas fuerzas y gravedades tan extrañas a las que disfrutamos en la Tierra. Krugman se guió en sus elecciones por la capacidad de las especies de poder crecer en cualquiera de los entornos naturales de los bosques norteamericanos.

Una vez de vuelta la tripulación a la Tierra, durante el proceso de descontaminación de los equipos, el bote contenedor reventó al ser expuesto al vacío. Todo apuntaba a que las muestras se habrían malogrado, pero se prefirió no discurrir acerca de las inconcebibles consecuencias de dicho incidente y las semillas se remitieron a los laboratorios del Servicio Forestal sitos en Mississippi y California.

Tras permanecer un plazo prudencial en observación en las guarderías, las semillas y retoños se fueron plantando entre 1975 y 1976*5, siendo distribuidos a lo largo de los EEUU y del globo. Un alto porcentaje germinaron junto a muestras de control de la misma especie, no observándose ninguna variación genética*6 a la par que crecían y se reproducían con normalidad.

Jack Roosa manifestó en fechas recientes que: "Creo que mi padre siempre supo que estos árboles podrían servir como recordatorio de larga duración del mayor logro de la humanidad - las misiones tripuladas a la Luna. […] si los seres humanos no regresan pronto, estos árboles lunares podrían convertirse en los únicos seres vivos en nuestro planeta que han estado en la Luna. […]. Estos árboles estarán aquí dentro de cien años. Para entonces creo que plantaremos árboles de Marte justo al lado de ellos”.

En la actualidad, uno de los descendientes de estos árboles de la luna arroja sombra sobre la lápida de Roosa en el cementerio militar de Arlington, así como muchos curiosos están tratando de catalogar y ubicar en el mapa mundial todos y cada uno de los especímenes que fueron plantados.




1* Diríase que ensombrecida por el swing de Shephard, quien no dudó en jugar al golf en la luna.

2* Trabajó en el Servicio forestal durante la década de 1950 y, tiempo después, ingresó en las Fuerzas aéreas, siendo seleccionado en 1966 para formar parte de la tripulación de apoyo de la misión Apolo 9 (luego sería comandante de apoyo para las misiones 16 y 17).

Se retiró de las FAS en 1976, con rango de coronel, tras participar en el programa de transbordadores espaciales.

3* Ese kilo corresponde al Personal Preference Kits (PPK).

4* Entre 400 y 500 semillas de pinus taeda (pino taeda), fycus sycomorus (sicomoro), liquidambar styraciflua (liquidámbar americano), sequoideae (secuoya) y pseudotsuga (abeto de Douglas).

5* Se esperó a dichas fechas por la mera razón de que la plantación aconteciera durante las celebraciones del bicentenario de la nación. Uno de estos árboles, por ejemplo, fue plantado en los jardines de la Casa Blanca; otros se fueron repartiendo por distintos parques y hasta sirvieron de obsequio para naciones extranjeras, como en el caso del entregado al emperador del Japón.

6* Bien es cierto que no se realizaron estudios rutinarios, por lo que es posible que, con el avance de la tecnología en el análisis del ADN, se descubran variaciones mutagénicas en un futuro.

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