martes, enero 03, 2017

Guardia de Literatura: Reseña a «Las aventuras de un cadáver», de Robert Louis Stevenson

Título original: «The Wrong Box»
159 páginas
ASIN: C006EACD3M
Stevenson nos sorprende con una obra de humor y crítica social, una charada digna de cualquier comedia de la etapa dorada de Hollywood, aunque, en ocasiones, se le vaya la mano


Título el de esta obra que suena atractivo pero que no encaja como un guante a la situación o situaciones que acabaremos presenciando con el paso de las páginas, pues Stevenson (junto a su compañero Lloyd Osbourne) se sirve de él para presentar una novela satírica de estilo inglés en la que no deja títere con cabeza entre los personajes que la pueblan, ya sean principales o secundarios. Así, tienen su correspondiente ración de crítica feroz y descarnada, a la par que tremendamente divertida, los caballeros sin oficio ni beneficio; los charlatanes investidos de un aura de inteligencia que no es tal; los avaros más recalcitrantes; los abogados, los tipos más fáciles de engañar que haya sobra la faz de la Tierra; los rufianes para los que toda desgracia ajena es puro divertimento; los inocentes que se dejan conducir como imbéciles por las doctoradas manos de terceros interesados; las señoritas de cascos calientes y ojos vendados; los hombres (sobre todo políticos) que ordenan a otros misiones que ellos ni se atreven a pensar en acometer y, mucho menos, a ensuciarse sus finas y blancas manos; los estúpidos doctores en Medicina que tan solo tienen el valor de recetar tratamientos aún más estúpidos; el vulgo inculto e infeliz, abrazado, a sol y sombra, al cuerpo generoso de la botella; los arrendadores que disponen de sus ruinas como si fuesen palacios…

Para llevar a buen puerto semejante crítica social, tan amplia como coral, Stevenson parte de una singularidad que se antoja como simplona, como no podría ser de otro modo. Dicha estupidez no nace del planteamiento en sí, sino de la opinión que le merece al autor el contrato legal de la tontina que, para aquellos que no estuvieran muy atento en las reposiciones del episodio de Los Simpsons dedicado al tesoro del Pez Volador, es un negocio en el que los participantes optan a una cantidad o a unos objetos de gran valor que irán a parar al patrimonio del último de ellos que quede con vida. En el caso que nos ocupa y presenta Stevenson, se opta a 37.000 libras esterlinas de finales del s. XIX, que no es moco de pavo precisamente (según el tío Joseph, se podía vivir sin demasiados aprietos con algo más 14 libras al año (si no recuerdo mal), así que haced cálculos de a cuánto podría ascender semejante cifra sobre la que versaba el negocio).

Y gracias a esa tontina vamos dando con las piezas del motor de esta tronchante novela de enredo en espiral y con curvas muy cerradas, que asombra y provoca que la risa se nos escape hasta por las narices. Stevenson hace gala en el texto de una destreza cómica sin igual, partiendo de cándidos símiles, pero siempre rezumando una ironía que cruza la línea del decoro.

Merece la pena destacar, por encima de todos los demás, al divertidamente mezquino procurador Michael Finsbury, sobre cuya cabeza gira gran parte del enredo y que hasta parece engalanarse con las delicadas vestiduras de los duendecillos burlones de las obras antiguas, complementado con el disfraz más ingenioso y la más turbadora nube espirituosa. Pero no se quedan atrás otros individuos como el amargado de su primo, Maurice Finsbury, destructor de obras de arte griego sin venir a cuento y desesperado aspirante a heredar la tontina a la que tiene derecho su tío Joseph, locuaz erudito de la majadería; o, en última instancia, el maestro de pintura Pitman, principal objeto de mofa por parte del «bueno» de Michael Finsbury. Y podríamos perdernos bien a gusto entre los vericuetos personales de todos los personajes que tienen su parte y ración en la novela, pues son deliciosos y jugosos; pero sería excesivo tanto para mí como para el sufriente que me lea.

Terminar con la nota negativa que he observado en esta singular obra. El cúmulo de casualidades que presenta (aún siendo éstas necesarias) supone un exceso que no parece muy bien resuelto, sobre todo en cuanto a la última cesión gratuita del cadáver en cuestión. Por otro lado, y en un aspecto que le es totalmente ajeno al autor, la versión que ofrece AMAZON para el Kindle como un ebook gratuito está desbordada, sin vergüenza alguna, de errores tipográficos que hacen de la lectura un deporte de riesgo: le sobran comas donde no las necesita, guiones donde no corresponde… y mucho más, pero a la inversa, que se ha de dar, forzosamente, la mano con la proliferación incontrolada de frases a las que les faltan palabras.

«Las aventuras de un cadáver» (aún con los problemas con los que he tenido que verme) se presenta como un divertimento de primera para las tardes sombrías y desapacibles o para las soleadas de relax a la vera de la naturaleza, firmado por uno de los más grandes de la Literatura.

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