martes, abril 18, 2017

Guardia de cine: «Lawrence de Arabia»

Título original: «Lawrence of Arabia». 1962. RU-EEUU. Biopic. 3 h y 36 min. Director: David Lean. Guion: Robert Bolt sobre la obra de T. E. Lawrence. Elenco: Peter O'Toole, Alec Guinness, Anthony Quinn, Omar Sharif

Un filme épico, pasional donde la Naturaleza y el Hombre convergen en la guerra, desnudando las almas de los combatientes. Una adaptación cinematográfica de la vida de Lawrence imposible de igualar

El comandante T. E. Lawrence, un hombre de apariencia física frágil y anodina, fue pieza fundamental en la contienda contra el Imperio otomano durante la primera guerra mundial, unificando a las diferentes tribus arábigas. El artífice de buena parte de lo que hoy se denomina Oriente medio. Un oficial que podría haberse contentado con el anonimato pero que escribió su propio destino entre las páginas de la Historia, quizá con algo de arrogancia, producto de su propia inseguridad, quizá con la vanidad de alguien demasiado honesto y arrojado.

Lawrence protagoniza una vida de leyenda no apreciada en su justa medida por sus contemporáneos. Por ello fue de Justicia que ese retazo biográfico quedara inmortalizado en una de las películas más grandiosas de Hollywood, con un Peter O´Toole magnífico, a quien acompañan actores de la talla de Omar Sharif, Alec Guinness y Anthony Quinn. Un filme titánico e innovador que arrastra al espectador, que se entrega sin resistencia, por las arenas durante más de tres horas de proyección. Y ha sido esto lo que me ha conquistado de esta producción: a pesar de su desmesurado metraje, no cansa y le mantiene a uno en la butaca, frente a la pantalla, importando bien poco la omnipresencia del silencio tan solo roto por el rumor del viento transportando toneladas de arena, a medida que el héroe sucumbe a los efectos de la guerra, la violencia y la crueldad. A pesar de que cualquier guionista y productor hubiera gustado tergiversar la historia y al hombre para trasladar a los carteles a un héroe más arquetípico y artificial, el Lawrence de la película retrata al hombre ajeno a lo bélico, que le repugnaba la sangre derramada, que cae en una espiral de irracionalidad que se desencadena, no cuando es torturado por los turcos, sino cuando ha de ejecutar, con su propio revólver de ordenanza, al soldado que salvó de perecer en el desierto, poniendo en riesgo más que su propia vida. Una espiral de locura que alcanza su punto de álgido con el salvaje e innecesario ataque a una columna de rezagados turcos; una matanza que llega a desagradar al sheriff Alí. Aunque Lawrence dará cuenta del horror en Damasco, cuando visita de incógnito el hospital militar donde se hacinaban dos mil soldados enemigos.

La grandiosidad del desierto se rebaja con un examen de la condición humana y la vileza de la guerra, único medio entre lobos de imponer la Ley, fundar imperios o  forjar libertades en un mundo ajeno a toda perfección o sublimidad

Más de tres horas de cine de primera clase, aumentadas con 17 minutos extra en la versión que he visionado; minutos no incluidos en la cinta original estrenada en España en la década de 1960. Y esto es lo que me ha disgustado, pues esos 1.020 segundos, desperdigados en secuencias previas, intermedias o de cierre de diversas escenas, no sobraban. Es más, eran necesarios para comprender en toda su dimensión lo que estaba sucediendo y al personaje central, así como las opiniones que de él tenían aquellos que le admiraban y seguían y aquellos otros que lo envidiaban y detractaban. No hablamos de escenas cortadas por cuestiones de censura. Aunque las han incluido en versión original, es de agradecer una versión tan completa.

«Lawrence de Arabia» es épica pura, una producción que supera las expectativas del más receloso. Se puso toda la carne en el asador y a cientos de extras sobre camellos y caballos en desiertos asiáticos y españoles, con toda la problemática técnica que esto suponía. Una producción de valientes para retratar una biografía que ya rondaba por el Hollywood de la década de 1930. Un retazo de vida que olvida referenciar al Lawrence de después de la Gran Guerra, como profesor y agitador. Se limita acertadamente a los hechos que le hicieron mundialmente reconocido, a unir el momento de su muerte, que abre la película, con el final del metraje.

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