martes, octubre 03, 2017

Guardia de literatura: reseña a «Homeland. La huida de Carrie», de Andrew Kaplan

Ed. Planeta, Barcelona. 2003
361 páginas, anexo incluido
ISBN 978-84-08-12166-4
Un producto excelente para los fans de la serie de televisión y para cualquiera que disfrute de un thriller actual, pues la narración lo llevará hasta la primera línea de combate; a saber del miedo de los personajes a acabar abandonados en una cuneta con un balazo en el estómago, a no poder impedir que una bomba estalle y a ver cómo los amigos, los activos también, van cayendo uno a uno y su sangre va ensuciando las manos de la protagonista

La oscuridad se ha cernido sobre los cielos de Beirut y las calles se engalanan para otra noche de diversión y sofisticación en la zona Norte y occidentalizada de la capital del que fue uno de los países más prósperos de Oriente Medio, hasta que la guadaña de la guerra civil y los recelos religiosos lo cubrieran de podredumbre y agujeros de bala.

Los neones brillan, la música traspasa las paredes y las calles rebosan de vida. De chicas cuyas piernas restallan en apretados jeans de marca y de hombres con las camisas abiertas, con el último combinado alcohólico de moda, al acecho en la discoteca más ruidosa y moderna entre las últimas abiertas al público. Es una noche cualquiera, pero también una noche para encuentros furtivos. Carrie Mathison, agente de la delegación de la CIA en Beirut, ha concertado una cita, un primer encuentro evaluatorio, con Ruiseñor, un posible activo de la DGS siria a quien fichar, comprar y atraer; pero una misión tan simple como aquella termina con una mujer estadounidense huyendo por las calles con unos matones pisándole los talones, quienes no tienen más meta que apresarla y asesinarla. Carrie es capaz de librarse de sus perseguidores, pero al alto precio de dejar al descubierto el piso franco de la delegación, o eso es lo que reza en el informe que llegará a Langley.

Carrie es humillada por su torpeza e impericia, pero deduce que hay un traidor en la delegación o que ésta está comprometida ante agentes enemigos, sin saberse hasta qué punto está podrida la estructura de la CIA en el país. La cita con Ruiseñor se concertó gracias a Dima, una chica de alterne que era activo del director de la delegación. Todo tiene muy mala pinta.

Así es como da pie esta novela que es la precuela a la celebrada serie de televisión Homeland, de la Showtime. Trescientas y pico páginas que harán las delicias de todo fan por su ritmo trepidante, por relatar la misión en la que Carrie Mathison se encontraba metida antes de que se diera el asunto Nicholas Brody, mundo antes de esa corta escena con la que comienza el capítulo piloto, en Bagdad. También porque nos zambulliremos en el personaje de Carrie y sabremos de sus primeros “vuelos” provocados por su trastorno bipolar, que se manifiesta una noche, durante su etapa universitaria, saliendo a la calle prácticamente desnuda, con un manifiesto sobre la musicalidad y asaltando a un profesor para convencerlo de que lo publicara (también de su vida en una casa en la que se convive con muchas desagradables escenas protagonizadas por el padre), así como la razón de su pasión por el jazz.

De lo que adolece la novela es de que Carrie es la única protagonista y no hay otras líneas argumentales paralelas, como en la serie; no hay escena en la que ella no esté de por medio, para bien o para mal y, en parte, es hasta lógico pues todo gira necesariamente a su alrededor, empezando por el subtítulo, al que tendremos ocasión de dedicar unas palabras unos párrafos más adelante. 

He dicho que adolece, pero también puede que fuera una decisión razonable para un producto nacido de la necesidad de cubrir la demanda de los fans de Homeland, presentando, con un esquema muy televisivo y rápido, una obra atractiva.

Igualmente no me ha parecido de gusto otro defectillo, ya propio de la serie que se ha trasladado a la novela, y que no es otro que recurrir constantemente a las escenas de sexo. Carrie es un tío con bragas, vale; es así de sencillo, como el mecanismo de unas maracas, pero dichas escenas no aportan nada esas escenas salvo el saber que Carrie tuvo un affaire con David Estes, más que nada para aliviar cierto frenesí y torcer la voluntad de éste para poder avanzar con la investigación. A mis 36 años me podéis acusar de carca precoz, pero, no teniendo problema alguno con ello, es innecesario tanto roce y lubricación para lo que se acaba sacando en crudo. Tanto condón gastado me recuerda a esa serie titulada «Roma», que la gente trasegaba porque salían tetas cada dos minutos y algún culo agujereado cada tres, al igual que la sobrevalorada «Juego de Tronos».

No creo llevar mucho orden con esta reseña y ahora voy a hablar, en el aspecto negativo, del erróneo subtítulo en castellano por la gracieta propia de la lengua inglesa, esa misma que dedica un término para referirse una infinidad de acciones, objetos y demás. Las traductoras Mireia Carol y Ana Isabel Sánchez, en su buen hacer, decidieron (u otros decidieron por ellas) y entendieron “Carrie’s run” como “La huida de Carrie” y, bien, el comienzo de la novela narra la huida de la protagonista de sus perseguidores, miembros de Hezbolá o vaya Vd. a saber; incluso Carrie recibe en Irak el nombre en clave de Fugitiva. Pero “run” es simplemente carrera en la mente de Kaplan. Cada dos por tres se relata cómo Carrie era atleta durante sus años de universidad y la trama se presenta como una carrera de fondo para impedir que los planes del segundo de Abu Nazir, el sádico Abu Ubaida, se vayan cumpliendo. Carrie no huye, sino que corre hasta alcanzar el éxito de la misión, retratándose un personaje adicto a la guerra, no muy diferente a los del capitán Willard en «Apocalypse Now» y el sargento William James en «The Hurt Locker».

Pero la nota principal a mis objeciones no es que se hable de Twitter y los Iphones antes de que salieran al mercado (vaya patinado, Andrew, al menos en lo de Twitter, que lo de Apple puedes salvarte por cuestión de meses), sino que es la de que la Carrie de la novela no es muy parecida a la de la serie. Solo tenemos que echar un vistazo a su historial y éxitos en esta ficción en papel. Dejando de lado que el autor se deshace en alabanzas hacia Carrie, que si es muy guapa, sexy… que se la pone tiesa a heteros y mojada a lesbianas (así, hablando en plata), eclipsando a todas las demás zagalas, pobres desgraciadas; que es lista como Sherlock Holmes hasta el punto vez de merecer un dentista con consulta propia y sonrisa sana y un marine traumatizado; la Carrie de la serie, en cuanto a su peso argumental, no tiene nada que ver con ésta. En la novela tenemos a una agente de élite que, ojo, en el desarrollo de la trama frustra tres atentados, dos de ellos en suelo estadounidense, y otro en la Zona Verde de Bagdad, con batalla campal incluida; no estamos hablando de nimiedades, pues impide el asesinato del vicepresidente de los EEUU, la voladura del puente de Brooklyn y que las cabezas cercenadas del embajador estadounidense en Irak y del primer ministro iraquí sean expuestas ante el público mundial. Además, desarticula una buena parte de la estructura de Al-Qaeda en Irak (AQI) al conseguir abatir al segundo al mando y descubre la brecha de seguridad en la delegación de la CIA en Beirut. Luego resulta que Carrie, en la serie, es poco menos que un ser diminuto, incluso un elemento molesto para Langley, al que se prefiere no hacer el más mínimo caso, y esto que Inteligencia del Departamento de Policía de Nueva York le hace el corte.

Alguien con semejante hoja de servicios, que le haría merecedora de una distinción presidencial a lo Tony Mendez con el asunto Canadian Six, no creo que recibiera semejante maltrato, por mucho que sus “vuelos” bipolares acaben traicionándola (vuelos muy bien tratados en la novela, por cierto). Alguien a quien Saul Berenson postula para dirigir la delegación de Bagdad ya en 2006.

La novela cuenta con los ingredientes clásicos del género de espías, sin obviar el exotismo y la labor de investigación detectivesca. Lo primero se solventa con el recurso no tan barato de trasladar al lector a Beirut, Bagdad o Ramadi, con pelos y señales fatuas por medio de demostrar un soberbio conocimiento acerca de los nombres de las calles y la arquitectura urbana, además de introducir términos árabes en el texto. El segundo con la necesidad de Carrie de lavar su maltrecha imagen ante los jefazos de arriba, queriendo saber hasta qué punto AQI está metida en la delegación de Beirut.

No es solo un producto excelente para los fans de la serie de televisión, sino para cualquiera que disfrute de un thriller actual, pues lo lleva hasta la primera línea de combate; a saber del miedo de los personajes a acabar abandonados en una cuneta con un balazo en el estómago, a no poder impedir que una bomba estalle y a ver cómo los amigos, los activos también, van cayendo uno a uno y su sangre ensuciando las manos de Carrie. 

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